Cinéfilos curiosos

domingo, 20 de marzo de 2016

EL ABRAZO DE LA SERPIENTE (Ciro Guerra, 2015)




Las fotografías que aquí figuran será lo primero que llame la atención en esta entrada del blog d´El Cinéfilo Ignorante. Se observará que se trata de una perspectiva un tanto... Peculiar, y que podríamos poner como ejemplo de lo poderoso de la imagen cinematográfica. Pero nos dejamos de majestuosidades y decimos, sencillamente, que esas fotos están tomadas desde la mismísima primera fila del patio de butacas de la reducida sala donde se proyectaba El abrazo de la serpiente.







Aunque fuera apreciable el aforo ocupado, no es que se vendieran muchísimos boletos, no. Es qu´el propio Cinéfilo hizo uso de su libre albedrío para escoger la primera fila de butacas como base para presenciar los avatares relatados en el largometraje. ¿No queremos vivir una película, meterse en ella y así acatar uno de los incontables mandamientos del cine, el que dice 'Olvídate de tu rutina viviendo la vida de otros'? Claro que sí. ¿Y qué mejor sitio que la primera fila para darse un atracón de cine?


A los amazónicos también les gusta la primera fila

Sin querer entrar en tratados médicos sobre la tortícolis y sus fatídicas consecuencias, mejor hablemos de los prolegómenos. Se presenta El abrazo de la serpiente como un semidocumental sumamente laureado por los señores críticos, que, muy probablemente, se vieron atraídos por el buenismo propio del complejo de culpa occidental. Sin pretender herir susceptibilidades, desde estas líneas les anuncio mi falta de identificación con la filosofía de El Buen Salvaje, lo cual no quiere decir que, en palabras de Pero Grullo, ni todos los llamados salvajes ni todos los supuestos civilizados sean benévolos o maliciosos al 100% según los cánones ético-morales de la actualidad.


Explicándose: me resultan difícilmente llevaderas las acciones santurronas de los blanquitos que filman a los aborígenes del Amazonas y, aprovechándose del poderío de la caridad, obtienen un amplio reconocimiento despojado de toda crítica. De la misma manera, me da a mí que la industria de países económicamente desarrollados ha carecido y carece de escrúpulos a la hora de, c´est le cas de le dire, Explotar los bienes materiales de la vasta región verde que ocupa casi la mitad del continente sudamericano.

A propósito de tales consideraciones, les invito a atreverse con una desconcertante grabación: la entrevista con un numeroso grupo de nativos del mismo Amazonas, en la que se les invita a omentar diversas imágenes en movimiento que van desde los primeros pasos de astronautas en la Luna hasta el impacto de los aviones contra las Torres Gemelas pasando por los acompasados brincos y admirables piruetas del ínclito Michael Jackson en escenarios de medio mundo. Ya juzgarán ustedes la conveniencia de someter a los inocentes aborígenes a ese test de cultura general.



Estrictamente en el ámbito de la película, no se puede uno resistir a la fortaleza de fotogramas que se hacen todavía más poderosos gracias a la magia del blanco y negro. Poco a poco, se ve que aquí no hay ni buenos ni malos, lo que es muy de agradecer aunque los que parecen salir peor parados quizá sean tanto los ejércitos de ciertos países que comparten ese espacio natural como los descerebrados predicadores que viven de la superstición y del propio endiosamiento. A nosotros, por fuerza, ha de extrañarnos buena parte de los motivos que utilizan los aborígenes para defender actos cercanos al chamanismo y a postulados animistas; nos sentiremos, por el contrario, más próximos a las razones argüidas por los concienzudos científicos que se han colado en la boca del lobo sin que nadie se lo haya pedido. En medio de estos planteamientos, consigue la película, desde el principio, dejarnos confusos y pensativos.


Y la peli es colombiana
Ante la interpretación de actores que no conocemos de nada, tampoco nos importa quitarnos el sombrero. Los hombres de Ciencia ponen cara de valientes adelantados del saber biológico de tal manera que nos creemos a pies juntillas su necesidad de lanzarse a peripecias por ríos peligrosos y tupidas selvas en las que te puede asaltar cualquier ser vivo sea animal, vegetal o humano. Dentro de una diversa gama que va de la agresividad a la bonanza, los rostros de los aborígenes demuestran el apego a sus costumbres por raras que les parezcan a los forasteros antropólogos que se han pasado media vida investigándolos.




No flaquea tampoco la película en la puesta en práctica del proyecto inicial. Es decir: consiguen que nos lo creamos; nos vemos talmente que allá, entre lianas, fango y campamentos improvisados sin que nos tener que someter a montajes chapuceros ni a luces exageradas ni a políticas de ahorro en cuanto a la inversión en un largometraje que, por necesidad, exige un cuantioso presupuesto.

Las imágenes van ganando fuerza a la vez que se pasa de una historia a otra porque, en El abrazo de la serpiente, se incluyen dos relatos que guardan, uno con otro, una conexión un tanto tenue por mucho que se desarrollen en los mismos parajes. Hacia el final de la película, pueblan la pantalla unas imágenes que se pueden calificar de psicodélicas de forma qu´el espectador, qu´está tan tranquilo sentado casi a los pies de esta, se ve invadido por un bello absurdo que, en principio, poco tiene que ver con el resto del film. Es un final inesperado para un laaargo desarrollo argumental.



Porque el obstáculo para compartir la visión de los críticos amantes d´este Abrazo reside en un detalle no precisamente minúsculo: ¡Es el guion, estúpido! Nada menos que el guion, sin tilde ni nada. Porque, de verdad, Sr. Guerra, que no le hacían falta dos argumentos dos. Quizá la idea de los realizadores haya sido comparar dos aventuras o forzar a una reflexión sobre los cambios de mentalidad a lo largo del tiempo o brindarle una ocasión a más actores y a ninguna actriz, pues, dicho sea de paso, aquí las mujeres pintan más bien poco.












Si opinamos que, por desagradable que pueda parecer, sobra una de las dos prolijas historias, lamento decir que El abrazo de la serpiente sucumbe ante una de los comentarios que peor le pueden sentar a cualquier película y es que digan de ella que se hace demasiado larga. Qué pena, ¿verdad? Si hay por aquí algún antropólogo, ese sí que va a disfrutar el doble que el resto de los espectadores mientras los profanos en la materia nos vemos, en cierto modo, víctimas de tanta vocación.













Sin embargo, no se queden únicamente con la idea de la longitud de sus 126 minutos. Será mejor que eviten colocarse en la primera fila porque no todo el mundo prefiere recrearse en una película antes que padecer dolor de cuello durante las dos horas del visionado y, con bastante probabilidad, también durante otras dos horas posteriores a la proyección. Véanla, pues, con cierto relax e incluso con su poco de distanciamiento, que ya s´encargan unos acertados intérpretes de atraer bien su atención, bien la parte caritativa de su conciencia occidental.












Serán, en efecto, los estudiosos de la Antropología los que más van a sentir más gustosamente el apretón de la serpiente invisible, pero también la disfrutaremos los que amamos los idiomas mezclados sin ton ni son, que es lo suyo en un choque de culturas; los cinéfilos documentalistas, que verán hechos en vez de ficción; los historiadores de arte que quieren ver más allá de las inmaculadas pinacotecas; los mochileros que han vivido las dificultades de moverse por el Amazonas o por el Orinoco, que no nos importan muchas las diferencias entre ambos; los misioneros que se han lanzado a evangelizar nubes de nativos en parajes poco acogedores, y, finalmente, todo aquel que busca salirse completamente tanto de su rutina del trabajo asalariado como de las calles de la población que habita la mayor parte de su cotidianeidad.












En cuanto a la nota, que es lo que más le importará a los hacedores de las películas de la misma manera que le ocurre a la mayoría de los alumnos con sus exámenes, tendremos que ajustarnos a la realidad: muy encomiable el esfuerzo y del todo irreprochables los aspectos reseñados positivamente, pero, a la hora de afrontar el detalle del guion, siento no poder darle más de tres estrellas de las cinco posibles.
★★

























jueves, 3 de marzo de 2016

6º FICUNAM + "A GLÓRIA DE FAZER CINEMA EM PORTUGAL" (Manuel Mozos, 2015)

El Cinéfilo Ignorante se va a los puertos mexicanos en pos del Festival Internacional de Cine de la UNAM (Universidad Nacional de México). Una serie de películas de lo más sugestivo bien vale tanto un vuelo por encima de El Charco como un desembolso que, a la postre, es una inversión en experiencias.



Les aseguro que vale la pena. La VI Edición de dicho festival acogió a este que les escribe con una generosa acreditación de Prensa y le atendió mejor de lo que se merece, por lo que aprovecha para agracérselo a la publirrelacionista Georgina Cobos. ¿El certamen? Variado, original, peleón, y con Portugal como país estrella.



Un buen momento para comenzar fue La Inauguración, que se celebró el pasado miércoles con la asistencia y alocución del embajador de Portugal en México. El Cinéfilo estuvo en la protocolaria ceremonia, digna de un evento que, por lo que ha podido ver, ha cumplido con creces. Para empezar, habían convocado un premio que se otorga Antes de la celebración del Festival. O sea: que este abre sus jornadas repartiendo galardones con una idea novedosa: en colaboración con Metro de Mexico, los candidatos debían rodar un corto muy corto relacionado con dicha red de tránsito.




¡Ahí es nada! Ponte a organizar el transporte público de la mayor megalópolis del Planeta y, encima, dedícate a promover la creatividad cinematográfica. Así nos estrenamos: viendo una tira continua de minimetrajes estrechamente ligados a la red de metro de La Ciudad. Sobra decir que la calidad de los mismos superaba lo esperado, que no era, precisamente, poco siendo películas de, aproximadamente, un minuto de duración.



Eso, sí: a ceremoniosos no hay quien les gane a estos organizadores y actuantes. A las palabras de la presentadora, que ya desglosó una larga lista de nombres propios y extraños, les siguieron las que inauguraban el FICUNAM a cargo, cómo no, de la belleza emiliano-romañola de Eva Sangiorgi, directora del Festival, quien, por cierto, no se escaqueó ni un día: era normal verla moverse de acá para allá atendiendo a todo el mundo incluido el mismísimo autor de blogodecine.

Abría el evento el corto "A glória de fazer cinema em Portugal", que también supone el estreno de este blog en lo que se refiere a textos acerca de este formato más conocido como corto, que se ha hecho esperar demasiado por esta página.



Por favor, ni se les ocurra echarle un ojo al argumento que figura, sin ir más lejos, en el enlace con el que he ligado el título de la pieza un poco más arriba, que me temo que lo he hecho poniendo a prueba al lector y espectador. Es mejor esperar a esos deliciosos diecisiete minutos que dura esa glória. Podría llamase gloria como podría llamarse milagro: un estudio de las casualidades extremas, de las coincidencias mágicas que dan lugar a hechos, sensaciones e incluso a una larga aventura todavía por concluir.



Este corto centrado en la intrahistoria de Portugal, país inédito y sorprendente en todo momento, recuerda a un filodocumental tampoco demasiado largo que lleva por nombre Memorándum (Juan Millares, 2013), que no se escapa de una labor personal, inclasificable y preciosista, y que, a pesar de su limitada distribución, nos hace creer en el cine y en la época maravillosa que vive el séptimo arte en la actualidad. También Memorádum hablaba de las coincidencias inventadas o no.

Porque la gloria de A Glória de fazer cinema em Portugal es el juego que nos plantea entre documental y fantasía hasta el punto de que nos tragamos un argumento que bien pudiera ser más falso que Judas ¡pero tan hermoso! Uno se fía de ese guion: los hallazgos que llevan a otros hallazgos, el azar que provoca unos acontecimientos imprevistos, las casualidades y la causalidad de haber coincidido en ciertas reuniones determinados individuos cuyas inquietudes artísticas podrían haber dado lugar al nacimiento de Algo Gordo.



Ya se barrunta una consecuencia imprevista cuando, al principio de la película, se describen las visicitudes de un coleccionista teniendo como fondo omnipresente una música de terror que presagia el advenimiento de un suceso, de alguna manera, capital. Si a esa música ciertamente tétrica se le solapa una voz cargada de autoridad, puede afirmarse que, aun sin saber de qué se trete, aquí pasa Algo.



No se puede añadir nada porque comentar diecisiete minutos de metraje sin descubrir lo que se esconde en ellos es tarea harto laberíntica. Por favor: indaguen, investiguen, muévanse si quieren bañarse de sencillez y de genio al mismo tiempo.

¿Que a quien le gustaría A glória de fazer cinema em Portugal? Sobre todo, a los lusistas, entre los que se encuentra, sin dudarlo, El Cinéfilo Ignorante, y también a todos los amantes del formato de cortometraje pero también a los coleccionistas de objetos aparentemente inútiles, a los historiadores del cine, a los enamorados de lo viejo, a los entusiastas de la literatura de vanguardia de principios del siglo pasado, a los excéntricos en general y a todo aquel que aboga por un prólogo de peso para producciones artísticas de gran calado.

Qué menos que este glorioso cortometraje se lleve sus ★★