Cinéfilos curiosos

lunes, 11 de julio de 2016

AHORA SÍ, ANTES NO (Hong Sang-soo, 2015)



Escribir es hacer que las vivencias sigan estando vivas. Para ir a tono con la película d´esta entrada, ya hemos soltado la cita lapidaria de turno y es que, si El Cinéfilo Ignorante no hacía esto, reventaba. Tenía que, valga la insistencia, dejarlo por escrito porque lo cree de verdad identificándose así con la frase de un poeta, literato, periodista y ensayista español: Si te enamoras, escríbelo. Y creo que añadía: Si no, ¿para qué?




Ocurre, principalmente, con dos tipos de experiencias personales: los viajes y las películas. En otro tiempo, podríamos decir que, en efecto, también pasa con los estados amorosos o incluso la audición de discos o la lectura de libros que dejan una huella imborrable. Pero estos últimos están siempre ahí para volver a intentar revivir las sensaciones que produjeron. Por el contrario, ¿cómo se hace reemprender y sentir el mismo viaje? ¿Cómo regresar a la sala de cine para ver esa película una vez más? No se puede. Por tanto, escríbelo.











He aquí un objetivo que viene dado puesto que la necesidad de plasmar por escrito la emoción desatada, en este caso, por una película, sale sola, sin crearse ninguna finalidad ni, por supuesto, pensando que así, sobre el papel o sobre la pantalla de un aparato, la obra va a pervivir en el tiempo ni tampoco, como quedó dicho por aquí, anida un propósito de salvador de las masas dándoles a conocer obras que se escapan de los circuitos más, ejem, comerciales.



Hay necesidad hasta de expresar pensamientos e impresiones acerca de películas que No han gustado, sobre todo, en el caso de Ahora sí, antes no, que, para empezar y dicho totalmente en serio, debería puntuarse de la siguiente manera: Antes, sí. Ahora no, con su punto y seguido enmedio. Pero bueno: si dicen que, en los medios periodísticos más que nada, se redacta peor (como si, in illo tempore, no hubiera más que plumas exquisitas), si dicen eso, afirmo, entonces, que la forma de puntuar los textos en la actualidad es para darse de cabezazos contra la pared.


Es que había expectativas para disfrutar Antes sí, ahora no. Influye el hecho de proceder de un país tan atractivo como Corea del Sur, tan avanzado en tantos aspectos, tan sugerente para esa juventud de hoy que siente inquietudes más allá de su propio barrio o, peor aún, de su comunidad autónoma. Gusta de ese país asiático, más que otras cosas, la limpieza de su entorno, la luminosidad por naturaleza o por industriade sus campos y ciudades, y, por último, lo armónico de la grafía que usa su idioma, y eso sin contar con el pintoresco espectáculo que trae a la mente la sola mención de un país único como es Corea del Norte.



A estos polos de atracción le sumamos las críticas recogidas por la admirada y aún más requerida página web filmaffinity, que abunda en epítetos eligiosos dirigidos hacia la película en cuestión recogiendo frases tan cultas y elaboradas como palpita el recuerdo de la obra de Rohmer, con su capacidad de observación de las minúsculas fragilidades cotidianas o como ...es indiscutible que la sensibilidad del trazo y la penetración en los personajes atestiguan la mano y la voz de un maestro. Como diría Alguien, Y yo, con esta cara.




La cara es de perplejidad por lo intricado (¿Lo he dicho bien?) de las citas y también por, reconozcámoslo, las ganas de ver la película sin, como buen Ignorante, saber nada de la filmografía del tal maestro. Llega uno con todas las expectativas y cumpliendo con su costumbre de Cinéfilo de sentarse en la segunda o tercera fila de la sala de cine ni grande ni pequeña. De seguido, asiste a unas primeras escenas de gente que se expresa con serenidad en un espacio urbano como muy de tigre asiático ecologista, es decir, limpito y libre de agobios. Así, los personajes entablan conversaciones con una facilidad pasmosa, ante lo que hay que actuar con indulgencia pues, al fin y al cabo, se trata de ficción y, más aún, de cine.


Esto me suena, pero seguimos. Los diálogos llevan una carga irónica que puede gustar una primera vez. Ahora bien: cuando aquellos se desarrollan con una despaciosidad del que tiene todo el tiempo del mundo para recrearse en la dicción de la lengua coreana, que tenemos la desdicha de desconocer, las escenas van gustando. De un primer diálogo entre gentes que acaban de presentarse se pasa a la invitación a la casa de uno de ellos, lo que conlleva presentar a la familia, circunstancia que a uno le trae al pairo a no ser que mantenga un vivísimo interés por comprobar cómo se vive o, más en concreto, cómo se cena en el seno de una familia nuclear de Corea del Norte. Vale; sí. Es suficiente. Gracias.



Hasta ahí, la película podría tener un pase. Mas la dirección se tuerce sin remedio cuando, sobrevolándole soñolientas cabezadas a la atención mostrada por el espectador, las mismas escenas de presentación, primeras frases en plan buen rollito y posterior disfrute de una cena con laaarga conversación en casa de uno de los protagonistas se vuelven a mostrar repetidas paso a paso aunque con ligeros cambios en las palabras de los personajes. Entonces, crece el hartazgo del espectador, y la fatiga se instala en la paciencia d´El Cinéfilo.




"¡No me digas que, durante todo el resto de la película, van a poner exactamente todas las escenas anteriores!" exclamó este que les escribe aun con toda la pasión de un grafómano. Así es, pero también es una ocasión que ni pintada para recuperarse, durante más o menos una hora, del agotamiento de todos los madrugones de un trabajador asalariado a lo largo de la semana. Por fortuna, llega ese momento, es decir, esa recuperación en modo de reparador sueñecito que, dicho sea de paso, no trae consigo ningún arrebato de culpabilidad como pudo haber ocurrido con películas que sí debieron merecer la pena o, si no, acuérdense de lo que nos pasó con Macbeth (Justin Kurzel, 2015).


Siguiendo la manida frase de cierto microrrelato, cuando despertó, los personajes todavía estaban allí y con el añadido de presenciar la conclusión del escasamente vertiginoso relato aún sumido en la repetición. Ya que hablamos, una vez más, de repetición, lo que estaba viendo El Cinéfilo Ignorante le sonaba a Otra Película, a aquella en la que la admiradísima Isabelle Huppert se prestaba a una serie de malentendidos, intentos de ligue por parte de coreanos y otras reincidencias de sucesos triviales.


¿Cómo se titulaba aquello? De lo que sí se acordaba entonces el Cinéfilo es que la llegó a defender al ser inmisericordemente vilipendiada por una de las personas más cultas que conoce y que, aquel día, le acompañó al cine para acabar sintiendo tentaciones incluso de abandonar la sala. ¿La forma de salir en defensa de aquello? Pues que ahora el humor ha cambiado, que la llamada comedia negra está hecha a base de hilar pequeños absurdos y que La Huppert mantiene muy bien el tipo. No funcionó: pocos días después, otra de las personas más afinadas en la crítica amateur de cine que conoce El Ignorante llegó a calificarla como la peor película que he visto en mi vida. ¡Glups! Se trataba de En otro país y, en esa segunda lluvia de improperios, lo más apropiado no era ejercer, una vez más, de abogado del aburrimiento.


Eso fue entonces. Ahora nos damos cuenta de que el tal Hong Sang-soo es el director ¡de las dos películas! Así que, si a ustedes les gusta recrearse en la repetición, este puede ser uno de sus realizadores preferidos.



A la hora de recomendar esta cinta, tampoco es cosa de fiarse de los sesudos críticos cuyas opiniones quedan recogidas en filmaffinity, quiérese decir, de, por muy Cinéfilo que sea uno, los argumentos bella y sucintamente expresados por los críticos. Que no. Que la película es de una pesadez difícil de soportar, que no aparece por ninguna parte lo positivo de lo que podría ser considerado por comedia negra y que, para adentrarse en la vida cotidiana de Corea del Sur, ¿qué quieres que te diga? Que estamos en el cine de ficción, o sea: en el ámbito en el que estar sentado reposando una comida da lugar a conocer a personas irresistibles con las que después te vas a cenar. No es creíble, entonces, que eso suceda en la vida de aquél país ni en la de los que conocemos más de cerca.



Conclusión: que habrá que fiarse más de las opiniones de esos amigos que van mucho al cine y no de los críticos que viven de sus librescas opiniones. Librescas he puesto y no otro calificativo insultante.



Sin embargo, seguro que Ahora sí, antes no encuentra adeptos entre la gente de la calle o, en todo caso, puede interesarle: a fans irredentos del K-pop; a viajeros que repiten periplos por Extremo Oriente; a alumnos de la muy interesante carrera universitaria conocida como Estudios Asiáticos; a aficionados al cine independiente en cuyas obras no sólo no pasa gran cosa sino que, además, lo poco que ocurre se cuenta más de una vez; a directores de cine de género masculino con ansias de conocer chicas bastante más jóvenes que ellos; a gastrónomos de la cocina coreana, y, para terminar, a aquel que ha visto todas las películas de la cartelera que le han llamado la atención y que, a la vez, necesita de unos sesenta minutos de feliz sueño en una silenciosa sala de cine, que, con toda seguridad, no va a llenarse.



Qué apuro darle nota a Ahora sí, antes no, ¿verdad? Repasando fotogramas de la película y pasando olímpicamente, que se dice, de las opiniones de los críticos, siéntense deseos de ser bueno, bondadoso, benévolo, sin castigarla demasiado. ¿Como para darle el aprobado? Tampoco.
¼