Cinéfilos curiosos

jueves, 2 de junio de 2016

BADEN BADEN (Rachel Lang, 2016)



¿Nos situamos? Para su regocijo, El Cinéfilo Ignorante encuentra sin problema el cine Ideal de Lisboa, tan fácilmente escurridizo para el peatón como ineludible para el mundo de las salas de cine independiente de la bellísima capital de la República Portuguesa. Estamos en el marco del IndieLisboa y se respira, por tanto, el ambientillo de un Festival modesto en el volumen de la taquilla y en la admirable variedad de material cinematográfico.





















¿A qué nos suena este Baden Baden? A cosa de la que sabemos muy poco salvo a que es una película muy festivalera: pocas semanas después de asistir a este evento lisboeta, s´encontrará El Cinéfilo Ignorante en la no menos bella ciudad de Cracovia (Polonia) y en su Off Camera también exhiben esta obra de Rachel Lang. Será la cosa de la novedad en el sentido portugués y celtibérico de la palabra novo o nuevo: la película es muy reciente tanto en la extrema juventud de su directora y de sus intérpretes como en lo flamante de su realización, y, por supuesto, se trata del primer largo de esta chica, tan chica como comprobaremos en la todavía más festivalera comparecencia pública al término de la proyección.

















En efecto: con estas premisas de novedad, la película debe de haber recibido su buena dosis de hype porque el caso es que la sala del cine Ideal está practicamente llena aunque, por fortuna, no lo suficiente como para impedirle al Cinéfilo Ignorante ocupar su asiento en la primera fila. Aplacemos para otra entrada el debate de la ocupación de determinados asientos en el ámbito de las salas de cine comerciales y recuperemos la situación revivida al principio de este texto: como El Ignorante encuentra pronto el Ideal, le toca ficar à espera durante unos quince minutos a los dos amigos con los que convino en ver la película. Debe ser por lo inadvertido que puede pasar el local que ambos dos están missing incluso en el momento en que da comienzo Baden Baden.

















¿Qué hacen ustedes ante tal coyuntura? Es decir: obran en su poder las entradas (al menos, la de uno mismo y la de otra persona) y llega la hora de la peli sin que aparezcan los supuestos acompañantes. En este caso, la praxis es dejarle al encargado de turno (el amable chico de la taquilla) la entrada o entradas que no son propias . Ya empieza Baden Baden con la previa de las cortinillas del Indielisboa, suceso que no iba a dejar de perderse El Cinéfilo.









 


Es prometedor ese comienzo presentando, desde el primer minuto, un conflicto tras otro y de la más diversa índole. El primero tiene que ver con la informalidad de una trabajadora tipo chica-relaciones-públicas aunque se sospecha que el enfado de el jefe o, al menos, la agresiva manera que tiene de mostrar su contrariedad, tiene mucho que ver con ataque frontal a lo que se podría llamar la juventud incomprendida. Seguidamente, los choques van más allá de lo puramente generacional; hasta alcanzan a un ámbito de la vida tan particularmente tan sórdido como puede ser La Fontanería, punto en el que la película encuentra sus mejores momentos de humor -que tampoco es que sean muchos- en medio de un modo de vida más bien anodino a no ser por algún que otro revolcón.




En esto también manda La Juventud; concedamos que los jóvenes deben experimentar antes de que sea demasiado tarde; probar diversas combinaciones, lo que también es válido en la realización de películas; esto va por la corta edad de la cineasta artífice de Baden Baden. Lo que pasa es que la experimentación, mezclada con la inexperiencia y unas pocas -tampoco, menos mal, demasiadas- ganas de epatar hace que el film padezca una falta de cohesión que afecta al carácter supuestamente chocante de los personajes que incomoda hasta al acérrimo seguidor del cine independiente. Lo que más da coherencia es la permanente aparición de situaciones conflictivas sin llegar a explotar ni a salpicar a ninguno de los personajes y mucho menos al que, desde su butaca, los ve desenvolverse.













 


Así pues, el tema se queda corto por una sosería tampoco demasiado molesta ya que no se vive una sensación constante de aburrimiento en la que se anhele la llegada del fin de la película. Si se siente la necesidad de que tenga lugar este, es para ver si los dos amigos consiguieron entrar en la sala y así poder saludarlos, que no todos los días tiene uno la suerte de ver a conocencias en toda una Lisboa. Hasta entonces, la joven protagonista de Baden Baden se debate entre amores, adicciones, apuros económicos y audancias profesionales, vaivenes todos ellos que mantienen entretenido al espectador.




 Llega el final, que es un quiero y no puedo del giro inesperado, y estamos pendiente de quién aparecerá antes: si la directora o la pareja de amigos residentes en la capital alfacinha. Se nos presenta la Rachel con sus 32 años de edad acompañadas del organizador/entrevistador del equipo de IndieLisboa, que formula sus preguntas en un correcto inglés luso, que no le supone problema ninguno a nuestra francohablante realizadora.
















Pero a veces es mejor dar la callada por respuesta, sobre todo, si se dan explicaciones a ciertas escenas usando una palabra que es de temer: metáfora. ¡Uf! ¡El mundo ese de Las Lecturas! Es decir: échense a temblar en no pocas ocasiones en que se oyen frases como "Esa relación entre los personajes tiene varias lecturas". Valga lo mismo con metáfora. Como ella es la creadora, puede buscarle tres pies al gato y encontrárselos con una justificación que quiere poco menos que simbolizar toda, absolutamente toda, la naturaleza humana. Olvídense mejor de tales, por no utilizar un término más zafio, elucubraciones mentales.
















¿Que a quién le va a gustar Baden Baden? Como es d´esperar, le hará gracia, sin llegar a perder la cabeza, a todo fan recalcitrante del cine independiente rodado por jóvenes; a cualquier admirador del afán experimental desarrollado dentro de un orden; a equipos organizadores de festivales de cine, ejem, independiente; a chicas que sienten atracción por chicas de pelo corto; a mayorcitos que quieren aparentar, al menos, mentalmente, 30 años menos; a fontaneros aficionados; a trabajadores eventuales que no han cumplido la treintena; a profesionales de la fotografía en cine; a defensores de la belleza física de veinteañeros magrebíes; a francófonos incorregibles que defenderán una película de La Galia aunque no le sepan encontrar virtudes, y, finalmente, a la directora Rachel Lang y a su entrevistador en la première de Baden Baden, encantados de haberse conocido ellos mismos y entre ambos.
















Con respeto a la calificación, dejamos de insistir en más improperios vertidos sobre la peli. Es más: vamos a ser benévolos con ella porque es verdad que, a pesar de los pesares, no sólo no se hace larga sino que es entretenidamente llevadera. Así, amiga Rachel, alégrate, que te vas a llevar un sorprendente trío de estrellas.