Cinéfilos curiosos

domingo, 15 de mayo de 2016

JULIETA (Pedro Almodóvar, 2016)



Todavía es un acontecimiento. Y van... Eso es lo que convoca el nombre de Pedrooooo: noticia, estreno, chicas Almodóvar, escándalo, fórmula, Carlos Boyero, papeles de Panamá o la actualidad de turno, lo mejor desde Mujeres, La Última De y el inevitable ¿L´has visto ya? Precisamente ahora,
una vez que ha pasado un mes de la histeria inicial del estreno, toca hablar de la película más reciente de El Célebre Cineasta Manchego.



Hablando de La Mancha y lo manchego, si queda algo con que se puede identificar a España, ese país de la Europa sureña y, sin embargo, occidental -ese que se recrea en dudar sobre sí mismo-, si algo queda, digo, junto con La Liga, el flamenco, Diego Velázquez, vivir de noche, el ambiente barístico, el jamón serrano con gazpacho a su vera y la ausencia de pudor a la hora de mirar a los ojos de la gente, lo que le queda, que es mucho quedar, son ciertas figuras de los últimos 40 años, entre las que necesariamente no ha de faltar el inefable Pedro Almodóvar. Por eso y al tratarse de Un Acontecimiento, se le puede decir nada menos que a la señora madre de uno: ¿Vamos a verla? Y la señora puede responder de cualquier modo excepto con indiferencia.




A poco de estar situado ante las imágenes de la película en cuestión, carne de sala de gigantesco centro comercial, aparece un motivo del que presume el cine almodovariano, que es la presencia del mundo femenino, del que suele formar parte la llamada Maternidad. ¿Qué mejor compañía que la querida mae d´El Cinéfilo Ignorante para una película en la que es protagonista el instinto maternal? Aségurate primero que la cosa no va en plan estrafalario como el insignificante horror de Los Amantes Pasajeros y que no está en modo transexual (¡Glubs!) como el desgarro de Todo sobre mi madre y entonces podrás ir con Esa Persona Única a sufrir gustosamente con el melodrama que es Julieta
.



En esta película que lleva por título un bello nombre, llegan a chirriar la desacertada mudanza de sendas actrices que interpretan a la protagonista cuando era joven (la Julia Oteros ochentera) y cuando ya es mayor (una Françoise Hardy en su madurez), al igual que descolocan algunos caretos con una pinta en exceso descompuesta, sin olvidar la rallante voz en off ni, por ahora y por último, la falta de rigor que podría derivarse, aunque parezca mentira en el caso de un director adinerado, de la escasez de presupuesto (¿Tanto cuesta filmar una terrorífica tormenta con alta marejada?).


 

Del lado bueno, tenemos los primeros planos que dan hasta pavor, lo cual, de alguna forma, alegra al espectador fatalmente amargado; los colores chillones que nos hacen pensar que Los Ochenta No Han Muerto; las frases lapidarias que, al menos durante las horas que faltan para que acabe el día, permanecen en la memoria. Pero no más allá. Es verdad que lo llamativo de esas tres constantes mantienen el interés del más escéptico, pero ¿y la historia y su interpretación?

 

Claro que es fácil sentirse cerca de una imagen que, al estar tan literalmente próxima a la retina, cae encima de la mente del que sigue los hechos, pero, si, como es el caso, se cuentan estos con una distancia de lo más fría, no se consigue que pueda identificarse con ninguno de los intérpretes ni el más fanático de Pedro Almodóvar ni tampoco que se vea reflejada en el personaje principal la madre más madre d´esta España nuestra. Es un escollo importante la ausencia de patetismo en los intérpretes, de hervor en los diálogos, de un brillo ambiguo en las miradas de los personajes. No se sabe muy bien qué es lo que levanta una barrera entre la no tan extraña historia y la capacidad de emoción de los espectadores. Estaría bien saber si estaba en la conciencia del guionista y director provocar lágrimita o gimoteo, que serían muy bienvenidos en un drama en toda regla, pero está claro que no llegan ni la una ni el otro. Qué remedio. 



Con este realizador sí que hay remedio. Hay una tabla de salvación que eleva esta película: tampoco es fácil saber cómo lo hace, pero la verdad es que el cine d´este hombre sigue sin aburrir: no hay ningunas ganas de que se termine la película aunque se prevea el final o se alarguen algunas escenas. ¿Será el empleo continuo de colores intensos? ¿La forma de pronunciar ciertas palabras? ¿La música que se acopla muy bien con el guion? ¿La habilidad para hacer que, casi siempre, salgan Muy Guapos actores y actrices? El caso es qu´el Cinéfilo Ignorante estaba encantado ahí: en las primeras filas de la descomunal sala, hundido en el cómodo sillón ante la imponente pantalla, seducido por una película no muy sorprendente y situado a la derecha de su querida madre, quien, por cierto, dijo disfutar mucho la película. Será por aquello de la maternidad

 

Está, pues, claro qu´esta Julieta les gustará a las madres españolas, pero también a los gatos de verdad, es decir, a los madrileños de toda la vida; a los aficionados a recorrer este país de una punta a la otra; a los profesionales de la decoración de interiores; a los que se dedican al noble y solitario oficio de la escritura; a los amantes del género epistolar; a los descreídos de las creencias religiosas repentinas; a los maquilladores de programas de televisión; a los que, haciendo uso de su sano juicio, creen que hay veces en que es mejor no conservar una amistad; a los psicólogos especialistas en depresión, morriña y abulias, y, cómo no, a los almodovaristas impenitentes.

 

Lo difícil también va a ser, como es de esperar, asignarle una calificación a Julieta. La sequía de lágrimas pugna con la intriga inexplicable y no gana ni una ni otra. Esta peli huele a vieja gloria, lo que suena un poco mal pero que tampoco le impide ser considerada como una obra digna. Así, querida Julieta, confórmate con tres estrellas y un poquito más, y exhíbelas con orgullo.
¼