Cinéfilos curiosos

domingo, 17 de enero de 2016

(NO) ES MI TIPO / PAS SON GENRE (Lucas Belvaux, 2014)

Partimos de una premisa: el cine francés como género cinematográfico en sí más allá del drama, la comedia o la ciencia ficción, e incluso más allá de las nacionalidades: hasta películas españolas destilan un aroma que recuerda poderosamente al savoir faire de los franceses. Para muestra, esta (No) es mi tipo, traducción tonta de Pas son genre, dirigida, lo que son las cosas, por un belga.

Esto viene a cuento de la frase que
, antes de imbuirse en el frío del mes de enero, había visto el cinéfilo ignorante, todavía conmocionado por la muerte del actor (sic) David Bowie, acaecida
escasamente unos días
. La frase en cuestión decía de la peli que era Más francesa que un queso camembert. ¿Será verdad?

Es verdad: las conversaciones tienen un fondo de inteligencia propia del país del Loira; se advierte en el guion una chispa de ingenio y de charme; desde el primer minuto aparecen calles y plazas que podrían pertenecer a cualquier ciudad del Hexágono sea del norte con sus paisajes lluviosos o del sur con su luz furiosa y sus... Libros. Sería difícil encontrar tantos libros como en las películas francesas, lo cual no quiere decir que esta, como tantas otras, sea una historia para intelectuales.


Es una historia para todo el mundo siendo una película, como lo es, centrada en el trasvase de una esfera social a otra, rasgo, por otra parte, muy de cine franchute; verbigracia, en la conflictiva La vie d´Adèle / La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013). Ahora bien: a uno le recuerda, más bien, a crossovers tan inesperados como el revivido en ¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo? (Manuel Gómez Pereira, 1993).

 Ya tenemos aquí el pecado capital, que se deja entrever menos de lo que debiera en (No) es mi tipo. En efecto: no es su tipo y no lo será a lo largo de las dos horas que dura la historia cinematográfica y sentimental, de forma que, entre lo menos creíble de la película, permanece esa fantasía de relación muy, muy poco verosímil alargándose tanto en tiempo imaginado que, sin llegar a hacerse pesada, sí provoca escepticismo en quien desea identificarse con alguno de los dos personajes principales.

 Al tiempo que crece esa sensación de distancia con respecto al relato, de final tampoco excesivamente creíble, va agigantándose la imagen del personaje de Jennifer, hecho carne por obra y gracia de una espléndida Émelie Dequenne, que se hace dueña de la pantalla grande en detrimento del mindungui del personaje, a la vez, compañero y antagónico suyo, un tal... Ni el nombre se le queda a  uno. 


 
 
 ¡Pero Jennifer...! ¡O, más bien, Émelie...! [Ahora resulta que esta pequeña actriz lleva en su palmarés una buena lista de films, entre los cuales se encuentra aquella perturbadora Rosetta (Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, 1999)] Jennifer tiene toda la razón cuando nos dice, en los primeros y prometedores minutos de No es mi tipo que no es guapa sino mona, y, sin embargo, se nos va haciendo bella y encantadora al avanzar una relación que ella aguanta como puede.

La que soporta la historia es el personaje de Jennifer: parece que la que dirige la película es la propia actriz Émelie; engrandece las frases que debe pronunciar y que, por sí solas, darían poco de sí; exhibe su seductora sonrisa sabiendo que no es una de las top models que son su referencia; lleva hasta el extremo un ordinary world rico en mínimas frustraciones, fugaces alegrías y cómodas rutinas.


Bravo, Jennifer. Digo, Émelie. Eres tú la que haces que nos guste la película, que trascienda el corsé, rígido o necesario, de la categoría de Cine Francés. Es lo que hace tu carilla, esa que recuerda vagamente a una Charlize Theron a la... Francesa, sin olvidar ni tus miradas al vacío ni tu juventud presente a cualquier edad. Has conseguido que el público se trague gustoso una cinta que, probablemente, no resista un segundo visionado. 




Ella le gustará a un grupo variado de público, pero la película completa le apasionará únicamente a la gente de gustos supuestamente femeninos, a los francófilos incorregibles, a los amantes del urbanismo bien planificado, a algún que otro profesor de filosofía y hasta a los aficionados al karaoke. Teniendo en cuenta lo dicho sobre la actriz principal y sumando el número de posibles integrantes de esos grupos de personas, esta película puede llevarse algo más de tres estrellas sobre cinco 1/4 e incluso dejar pensativo al incrédulo espectador.