Cinéfilos curiosos

viernes, 8 de abril de 2016

EL NOMBRE DEL BAMBINO (Francesca Archibuji, 2015)

En esta serie d´entradas blogueras con la firma d´El Cinéfilo Ignorante, no puede faltar el ilimitado mundo de los idiomas, qu´, en esta ocasión, tienen que ver con los títulos de películas y sus traducciones. Podríamos recordar burradas desde aquel Some Like It Hot, qu´en esta España nuestra, la proyectaron, lanzándole un guiño al lobby trans de la época, como Con faldas y a lo loco. Por la misma regla, titulemos los nombres de discos, poemas y cuadros con las barbaridades que nos dé la gana; el del primer álbum de los rockeros The Power Station también debería llamarse Con faldas y a lo loco en un despliegue más de la incultura patria.



Llegamos al caso más patético de los registrados en la memoria d´El Cinéfilo: no traducir el título de la comedia musical Once y, al mismo tiempo, incluir en el cartelazo de la misma una frase, en puro español publicitario, que decía ¿Cuántas veces encuentras al amor de tu vida? Debajo de la preguntita figuraba y sigue figurando, en grandes letras, 'Once'. O sea: que lo ha encontrado Once Veces. No sé; creo que soy incapaz de dar con un engendro que iguale a este.


En la competición por lograr mayores niveles de analfabetismo funcional, el título El nombre del bambino resulta ser un mal menor. Claro: es que está graciosa la palabra bambino, ¿verdad? Porque, aprovechando qu´el italiano es considerado por los hispanohablantes como el idioma, todo a la vez, chistoso, dulce y musical, se le deja la palabrita bambino a continuación de El nombre del y he aquí un nuevo gancho para el gran público.



Hablando de publicidad cinematográfica, adivinen la frase que acompaña al aparataje publicitario de la película en cuestión: ¡La comedia italiana del año! Si es verdad que italianos y españoles mantienen una relación de parentesco especialmente estrecha y, por tanto,  es similar su sentido del humor en cine, uno reaccionaría, ante ese slogan, con un espontáneo: Pues entonces no voy a verla. Menos mal qu´El Cinéfilo estaba en modo Ignorante y desconocía la existencia de tal reclamo, con lo cual se plantó en la pequeña sala de cine para ver y, después, criticar esta cosa.










Digo cosa y criticar porque, a priori, no se espera mucho de El nombre... por la sencilla razón de que uno sí sabía que se trataba de un remake, a saber: una reinterpretación, de una historia tan inusualmente fallida en el cine francés como Le prénom, en la que un estrafalario conjunto de personajes de la denominada mediana edad proceden a darle vueltas y revueltas al tema de cómo han de llamarle a un bebé, tema de conversación inagotable donde los haya. Pobre criatura si fuera consciente de las dos horas qu´están desperdiciando en su nombre, y, también, pobre espectador, que había esperado una digna comedia francesa y terminó topándose con esas horas de nulidad.



Empieza la italianada y se cumplen las peores sospechas, al menos, durante largos treinta minutos en los que, por fortuna y aunque los actores, como buenos mediterráneos, hablan lo más fuerte que pueden, hay espacios para dar alguna que otra cabezada. Venga a marear la perdiz con el nombre del nene así que a aguantarse tocan con las broncas y elucubraciones de tres varones que responden a sendas maneras de ser estereotipadas como pocas: El Guapo, El Sensible y El Intelectual. Hagan juego y escojan su preferido. Si no aciertan, también tienen la posibilidad de quedarse con La Tía Buena de la película.



Muy poquito a poco, desaparece ese, ejem, núcleo narrativo y emerge una trama próxima a la tragedia familiar con ribetes folletinescos, que, a decir verdad, era lo último que s´esperaba. O es qu´El Cinéfilo Ignorante es presa fácil del género dramático o es que esa forma de reconducir la historia está acertadamente desarrollada por La Archibugi. Es entonces cuando ya no hay lugar para las microsiestas despertándose la atención e incluso un vivo interés por cómo evolucionan los personajes en medio de un escenario, desgraciadamente, más propio del teatro que de la cinematografía.



Si la primera media hora había sido poco menos que horrenda, bien es verdad que la última es una demostración de un diestro uso de réplicas, reproches y regañeras en el entorno de una familia que presenta las características ideales para ser identificada como representativa de la sociedad del sur europeo en la locura del siglo XXI. Como guinda, hay que recordar la ausencia permanente de un personaje del que hablan todos y que no será invitado a ocupar la escena sino en los momentos finales de la película y durante un período de tiempo que no creo que exceda los dos minutos. Admitámoslo: este recurso le da vidilla a la historia a la par que provoca asombro y suspense tanto en los actores como en el mismo espectador.



Una vez más, se diría que, luego de una monumental modorra, los realizadores consultan con un avezado guionista y, gracias a este, cambia el cariz de la peli de tal forma que se rescata la curiosidad de todo el mundo. Ahora bien: ¿había que gastarse los dineros en una empachosa y trillada introducción? ¿Era necesario adaptar un argumento que ya había dado suficientes muestras de ser un desastre? Como que no.


 

Sólo por haber castigado a los cinéfilos más exigentes con un plan inicial a prueba de soñolientos, dejamos a El nombre del bambino a un paso pero sin llegar a las tres estrellas que posibilitarían una segunda visión. Con una vez, basta.
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