Cinéfilos curiosos

sábado, 16 de abril de 2016

LUCES DE PARIS (Marc Fitoussi, 2014)

Además de sobre la película cuyo título encabeza esta entrada, gusta El Cinéfilo Ignorante de tratar sobre varios temas. Sigue sin perder actualidad el de las traducciones traidoras de los títulos; en esta ocasión, los publicistas pasan de complicarse la vida intentando reproducir el indefinible significado de un palabro como en el que figura en el título La ritournelle. Mejor se quedan con el reclamo infalible del nombre de una urbe como París -ciudad de la luz, del amor y de lo chic- tanto en la versión española (Luces de París) como en la alemana (Sehnsucht nach Paris) y no se pierdan la portuguesa, en la que tampoco, precisamente, se han devanado los sesos (Um amor em Paris).



También podría tratar de muchos más temas que no han sido tocados en esta especie de blog y a los que, si todo va como debe ser, también les llegará su momento. Seguro que no han acertado qu´esta entrada en concreto tiene que ver con lo predecible, las expectativas fáciles o, lo que es lo mismo, con la falta de capacidad de sorpresa que suele empezar por el encasillamiento de actores y actrices en cierto tipo de personajes, claramente divididos en a) graciosos y b) dramáticos. con un punto de entrañables en los primeros y de monstruos en los segundos. Es una costumbre a la qu´es adicto reconocido el cine español y quizá también el de otros países en los que el mundo interpretativo no tiene más remedio que ganarse la vida, para lo que no hay nada más sencillo que la repetición estereotipada unida al cumplimiento de las expectativas del gran público.



Pero Francia es un lugar tan distinto a los demás que se diría que allí se vive en una época futurible en la que los protagonistas de las pelis adquieren una versatilidad digna de toda alabanza e incluso merecedora de imitación. Con La Ritournelle, perdón: con Luces de París, no s´espera, precisamente, que sus intérpretes incurran en el vicio de aparecer encasillados: Isabelle Huppert, estrella indiscutible de la obra, ha destacado con luz propia como la ninfómana enferma de La pianista o como pija envidiosa en Las hermanas enfadadasmisántropa veraniega en Villa Amalia o  secuestrada inconformista en Cautiva por nombrar solamente algunos de las muchísimos papeles brillantes que lleva a sus espaldas adornados con el indiscutible mérito de haber conseguido un status en virtud del cual ella misma hace de Isabelle Huppert. 



Nos hemos recreado en los elogios sobre este genio de la interpretación, pero no está sola en la película d´esta entrada. Le acompañan figurones como Jean-Pierre Darroussin, que tampoco se quedó atrás haciendo, verbigracia, de jefe de albañiles en Marie-Jo y sus dos amores o de sindicalista relativamente enriquecido en Las nieves del Kilimanjaro entre otras muchas facetas de profesional en constante evolución. También andan por aquí, en discreto segundo plano, jóvenes talentos como Pio Marmaï, quien, a su edad, también ha hecho un poquito de todo.



A partir de aquí, veamos si funciona el factor sorpresa. Se perdona que, olvidándonos del contenido del trailer, tanto el título traducido como los minutos iniciales nos anticipen la conocida historia de gente-del-campo-que-se-va-unos-días-en-la-ciudad-y-pasa-lo-que-pasa. Justifica este spoiling el hecho de que las películas galas se convierten con facilidad en una entretenida mezcla de lecciones de geografía, estudios sociológicos y reivindicaciones políticas. 

 

Lo impredecible se tuerce con la primera aparición de algunos personajes. Está muy bien que no se sepa qué máscara van a llevar aquí ni Isabelle ni Jean-Pierre ni siquiera Pio, pero, cuando, en un ambiente erótico-festivo al principio de la historia, surge un joven solícito en exceso hacia una mujer mayor que él y, encima, exhibe un libro en la mano, no hace falta tener el cerebro de un Premio Nobel para aventurar que ese chico va a provocar determinadas sensaciones en la señora francesa en cuestión. En otro momento, será el guiri de turno, que, como era d´esperar en el ambiente de solitarios en que se mueve, también podremos adivinar de qué va. ¿Dónde está ahí la sorpresa, por favor? Menos mal que nuestra Madame Huppert está presente durante todo el metraje con el arma de sus asombrosas carillas, que sí conservan la capacidad de llamarnos la atención gracias a los cambios que sufre o que disfruta a lo largo de esos días de liberadora escapada. 



 









Mas... Tranquilos todos: no esperen ustedes esquinas oscuras de avenidas de París en las que se perpetren acciones ilegales o mal vistas. A todo el relato le da vida un aliento de amabilidad que, aunque bordee peligrosamente el terreno del buen rollito, consigue que Luces de París adquiera un tono de feel-good movie en el sentido más terapéutico de la palabra. Así pues, el espectador abandona la sala de cine para minorías con una sonrisa en el rostro a la par que satisfecho en la ilusión de que las reacciones humanas son tan benévolas en el mundo real como en el del cine.



Hasta ahí nos dura nuestro sometimiento a la ficción. Después, la mente analítica cobra consciencia y se dispone a desenmascarar las reacciones de los protagonistas: que no, que no puede ser que la gente guarde silencios tan masocas, que se tope en todo un París con quien menos o con quien más s´esperaba o que, ante una escena hiriente, permanezca impasible ante lo que más duele. Sin embargo, la realización de la peli contiene el acierto indiscutible de sorprendernos con detalles que no van más allá de los treinta segundos de duración: los comentarios de cierto taxista metido a entrepreneur; las exabruptos de los maridos con cara de perro pero que mantienen una lealtad canina; las caras soñolientas de los asistentes a una conferencia, y otras minucias no menos importantes reflejan una muy atinada observación de la realidad. En esas pequeñas sorpresas, reside el secreto de verse ligeramente deslumbrado por esas Luces de París.




Aun así, más que al Cinéfilo Ignorante, la película d´esta entrada les asombrará y agradará a los francófilos incorregibles, a los granjeros deseosos de innovar sus ganados, a los dependientes de tiendas de bermudas y prendas d´ese tipo, a las víctimas de ligeros bajones de ánimo, a los desencantados del oh l´amour, a los románticos que sueñan con la eterna comprensión de su pareja, a los cinéfilos defensores de toda buena interpretación y, finalmente, a aquellos incondicionales del cine francés que tampoco quieren calentarse mucho el coco.



 

Por último y haciendo equilibrios entre esas previsibles apariciones de personajes y esa atención a los detalles que pasan inadvertidos en la vida diaria, seamos tan benévolos como el varón protagonista y démosle un mínimo de tres estrellas a esta cajita de sorpresas en forma de buena película.